23 de abril de 2023

Análisis de Bloodstained: Curse of the Moon


Akumajo Dracula o como es más conocida esta franquicia de Konami, Castlevania, es una de las series de videojuegos clásicas más reputadas. En la época en la que el 2D dominaba, estos juegos supieron capturar a la audiencia con su adictiva jugabilidad, fantástica música y una ambientación llena de fantasía fantasmagórica. Más tarde supo reinventarse y añadir exploración a su estilo, lo que le sentó fenomenal. Así, los juegos ganaban en duración y profundidad. Con el 3D abriéndose paso de manera imparable en el mercado del videojuego, era inevitable que esta saga probase suerte también con enfoques tridimensionales. Los resultados fueron diversos, con algunas entregas más divertidas que otras pero en general lejos de la excelencia de sus contrapartidas pixeladas. Poco a poco la llama de Castlevania fue apagándose junto con el de resto de las franquicias de Konami, poco interesada en seguir con su legado. Por suerte, otros juegos surgidos fuera de la compañía japonesa han proseguido con la idea que plasmó Castlevania. Hoy toca hablar de un juego que tiene en su concepción mucho en común con la saga de Konami.